Problema de puertas


Hay momentos en la vida en los que sentimos que todas las puertas se nos cierran.
Como si todo estuviese prohibido para nosotros.
Miramos a esta puerta. Y la vemos cerrada.
Miramos a la otra. También cerrada.
Nuestros sentimientos se nos encogen.
Nuestras ilusiones se nos apagan.
Todo está cerrado para nosotros.

No caigas en la desesperación.
Una puerta cerrada no es más que eso.
“Una puerta cerrada”.
Pero quien la cerró tiene la llave para abrirla.
Quien la cerró también puede abrirla.

La misma puerta que te impide entrar, es la misma puerta que puede abrirse para que entres.
La misma puerta por donde salimos, es la puerta por donde entramos.
La misma puerta que hoy se cierra, es la que mañana puede abrirse.
La misma puerta que se cierra también se abre.
Es posible que la única puerta que quede cerrada para siempre, sea esa que tú quieres cerrar en ese momento de desesperanza.

Tal vez, es cuestión de saber esperar.
Tal vez, no sea cuestión de golpearla demasiado.
La insistencia puede crear resistencias desde dentro
La espera ablanda.
La espera no solo cansa al que espera.
También cansa al que la cerró.
No tomes esa decisión que hoy se te presenta como solución.
Regálate a ti mismo el poder abrirla mañana.

El Apocalipsis nos presenta a Dios “tocando a la puerta” de tu corazón.
“He aquí que estoy a la puerta y llamo”.
Mientras no le abras por dentro, él se sienta y espera.
Dios sabe que tus resistencias también se debilitan.
Dios no empuja la puerta.
Se sienta en la piedra de entrada que es la piedra de la esperanza.
Hasta que por fin tú te cansas de tenerla cerrada y la abres.

Dios siempre espera.
No tiene prisas, porque las prisas suelen ser las que matan todas las esperas.
Isaías anunciando al Mesías, grita:
“Y ya está ¿no le veis?”
Y hay que esperar todavía siete siglos.
Demasiada espera para quienes viven de las prisas.
Normal espera para quien tiene capacidad de esperar.

Que tus prisas no maten tus esperanzas.
Que tus prisas no maten tu capacidad de espera.
Que tus prisas aprendan a esperar.
Esperar a mañana, puede ser el comienzo de algo nuevo que hoy no ves.

Un amigo esperaba el tren. Le dijeron que tenía que esperar una hora.
El tren tardaba. El tenía prisas para llegar.
Desesperado de tanto esperar, se largó. A los pocos minutos llegó el tren.
Pero mi amigo ya se había ido. Debió esperar al del día siguiente.
No pudo esperar unos minutos y tuvo que esperar un día.

Sigue esperando a la puerta. No te vayas desesperado.
Puede que el que la cerró ya tengan las llaves en sus manos para abrirla.

Clemente Sobrado C.P.

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