El invierno de la esperanza
Si nos diesen a escoger, todos elegiríamos la primavera y el verano.
El invierno es demasiado feo, dicen muchos.
El invierno es muy triste, dicen otros.
El invierno es muy frío, comentan algunos.
El invierno nos priva de la alegría.
El invierno priva de sus hojas a los árboles.
En el invierno tenemos que ponernos el ropero entero.
En el invierno se nos enfrían los cuerpos.
En el invierno agarramos todos los resfríos y todas las gripes.
¿Te imaginas un año sin la estación del invierno?
Es posible que fuese una catástrofe.
En el invierno la tierra se empapa de agua.
Por eso la tierra se hace más fecunda.
En el invierno las semillas echan raíces en la tierra.
Por eso pueden crecer mejor los tallos en primavera.
En el invierno la sabia baja a las raíces y las fortalece.
Por eso luego pueden dar mejores frutos.
En el invierno mueren infinidad de gusanos.
Por eso las plantas pueden estar más sanas en primavera y verano.
El invierno retrae la vida.
Pero no la mata. La hace más fuerte.
El invierno desnuda los árboles.
Para que la primavera los vista de nuevas hojas.
El invierno encoge de frío el cuerpo.
Pero nos hace anhelar el calor del verano.
La vida necesita del invierno.
Las dudas. Los momentos de oscuridad. El silencio de Dios.
Son el invierno de la fe.
Pero no matan la fe. La robustecen y fortalecen.
Los ahogos del presente. El no ver futuro a pesar de nuestros esfuerzos.
Las estrecheces económicas.
El estar sin trabajo ni tener posibilidades de conseguirlo.
Son el invierno de la esperanza.
Pero no matan la esperanza. Le dan más consistencia.
Ni la fe ni la esperanza maduran en la bonanza.
La fe se fortalece en la persecución.
La esperanza se fortalece en la oscuridad.
En los momentos difíciles la esperanza se esconde en las raíces.
Por eso luego, brota con más fuerza.
En esos días sin sol de nuestra vida, la esperanza se parece a esas ramas de los árboles en invierno.
Dan la impresión de estar muertas.
Pero el calorcillo de la primavera, las despierta y las viste y engalana de nuevo.
Hay días en los que la esperanza se parece a los granos sembrados en tierra.
Ya nadie los ve.
Hasta que un día somos testigos de que la yema ha comenzado a brotar y el tallo espera la espiga.
El día que sientas que has perdido la esperanza, búscala en las raíces de tu corazón.
Nunca tomes decisiones con los hielos del invierno.
Espera a la primavera.
Recién entonces comenzarás a soñar con las doradas espigas maduras del verano.
Clemente Sobrado C. P.
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