Creer a los que ven


Khalil Gibran nos cuenta una historieta muy bella.
“Dijo al ojo a sus compañeros: veo más allá de esos valles una montaña envuelta en nubes. ¡Qué montaña más solemne! A lo que el oído respondió: “pues yo no oigo su voz”.
Por su parte, añadió la mano: pues yo no puedo tocarla. Así que esa montaña no existe. Intervinieron las narices. Nosotras no aspiramos su perfume. Luego no debe existir tal montaña.
Mientras el ojo seguía contemplando la belleza de la montaña, los demás sentidos se reunieron a deliberar, qué motivos habría tenido el ojo para tratar de engañarles. Discutieron entre sí y llegaron a la conclusión: “El ojo, sin duda, ha perdido el juicio”.

Hay cosas que sólo la fe es capaz de ver.
Por más que la razón no las entienda y quiera negarlas precisamente porque ella no las ve.
Ha valores que sólo la fe puede descubrir.
Por más que la razón se niegue a aceptarlos.
La fe es capaz de hacernos ver el misterio.
La razón se empeña en comprender sólo lo que tiene lógica.
¡Y en la vida hay tantas cosas que carecen de lógica!

Hay cosas que sólo la esperanza es capaz de esperar.
Por más que la realidad del presente quiera negarlas.
Hay futuros que no se pueden ver hoy.
Pero hay futuros que la esperanza sí logra adivinar.
Hay cambios que creemos nunca se darán.
Pero hay cambios en los que la esperanza sigue creyendo.
Hay mañanas que el presente nos impide ver.
Pero hay mañanas que la esperanza ya está gozando.

Hay cosas que la tristeza nos impide ver.
Pero hay cosas que la alegría ya está contemplando.
Hay cosas que la tristeza niega.
Pero hay cosas que la alegría las tiene ya en sus manos.
Hay cosas que la tristeza ve imposibles.
Pero hay cosas que la alegría ya las está disfrutando.
Hay cosas que la tristeza oscurece.
Pero hay cosas que la alegría las ilumina.

Es preciso:
Que la razón pregunte a la fe, en vez de decir que la fe ha perdido el juicio.
Que la realidad pregunte a la esperanza, y no diga que la esperanza ha perdido el juicio.
Que la tristeza pregunte a la alegría, y no diga que la alegría ha perdido el juicio.

Es preciso:
Que cuando no veamos nada, preguntemos a los que ven.
Cuando estemos cansados, preguntemos a los que están descansados.
Cuando estemos caídos, preguntemos a los que aún están en pie.
Cuando estemos enfermos, preguntemos a los que están sanos.
Que cuando todo lo veamos negro, preguntemos a los que lo ven blanco.
Que cuando estemos desilusionados, preguntemos a los que viven el gozo de la esperanza.
Que cuando estemos tristes, preguntemos a los que están alegres.
Que cuando sintamos que nada tiene sentido, preguntemos a quienes aún tienen razones para vivir.

Clemente Sobrado C. P.

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