Sin luchar no se ganan batallas


Las batallas ganadas no suelen venir por correo.
Los triunfos no llegan sin lucharlos.
Los grandes éxitos no se alumbran sin grandes esfuerzos.

Lo barato es posiblemente de segunda mano.
Lo barato es posiblemente “bamba”.
Lo que barato viene, barato se va.
Lo que fácilmente ganas, fácilmente lo pierdes.
Lo que fácilmente consigues, fácilmente te lo quitan.

Cuando me venden algo muy barato, entro en sospecha.
Cuando me venden algo a bajo precio, sospecho de sus fallos.

El dinero que llega fácil, no proviene del trabajo.
El dinero que llega fácil, muy fácil se gasta.
El dinero que cuesta, está más sano.
El dinero que cuesta, suele oler a sudor.

Los éxitos huelen todos a esfuerzo.
Los éxitos huelen todos a lucha.
Los éxitos necesitan madurarse.
Los éxitos no se cosechan sin sembrarlos.
Los éxitos no se disfrutan sin antes trabajarlos.

Los éxitos primero fueron grandes ideas.
Los éxitos primero fueron grandes ideales.
Los éxitos primero fueron semillas.
Los éxitos primero fueron ilusiones.
Los éxitos primero fueron decisiones.
Los éxitos primero fueron esfuerzos.
Los éxitos primero fueron esperanzas.

Es la esperanza la que pone alas a tus sueños.
Es la esperanza la que pone vida en tus semillas.
Es la esperanza la que da fuerza a tus decisiones.
Es la esperanza la que da constancia a tus esfuerzos.
Es la esperanza la que engendra más esperanza.

No corre el que no espera llegar.
No lucha el que no espera ganar.
No se esfuerza el que no espera conseguir.

Es que toda mañana necesita de un hoy.
Y todo hoy necesita de un ayer.
Y todo éxito necesita de una esperanza.
“Sin luchar no se ganan batallas.
Pero nadie las lucha sin esperanza”.

La espiga fue esperanza en la semilla.
El pan que comes a tu mesa fue esperanza en el grano.
El hombre que hoy eres comenzó siendo esperanza en el óvulo recién fecundado.

Cada uno de nosotros, nos confiesa San Pablo:
“fuimos bendecidos, fuimos elegidos, antes de la creación del mundo”. (Ef 1,3-14)
La bendición y la elección precedieron a nuestro ser.
Las llevamos en nuestras mismas raíces.
Y la bendición y la elección ¿no son semillas de esperanza?

Clemente Sobrado C. P.

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