Brotes en el viejo tronco


  Uno siente pena cuando alguien corta un árbol y deja desnudo un trozo del viejo tronco con sus raíces todavía hundidas en la tierra.
  Estaba ya viejo, dicen unos.
  Era un peligro, comentan otros.
  Sólo ocupaba lugar, exclaman algunos.
  Todos tenemos razón para eliminarlo y echarlo abajo.
  Todos tenemos razón para arrancar lo que creemos ya inútil o muerto.

  Sin embargo, cuando uno creía que el viejo tronco estaba condenado a desaparecer, nos olvidamos que todavía no habíamos arrancado sus raíces. De pronto, cuando menos lo pensamos, vemos cómo nuevos retoños brotan en el tronco viejo. El tronco estaba ya para cortar, pero las raíces todavía tenían vida. Y mientras haya vida en las raíces, la vida es posible.
  La vida es más fuerte que la vejez.
  La vida es más fuerte que el robusto tronco.
  La vida siempre triunfa sobre lo que consideramos inútil, estorbo o peligro.

El problema de hoy, tal vez no sean tanto de los troncos, sino un problema de raíces.
Hay demasiadas vidas sin raíces profundas.
Hay demasiadas parejas sin raíces hondas.
Hay demasiadas instituciones carentes de raíces.
Hay demasiadas vocaciones sin raíces profundas.
Hay demasiadas decisiones sin raíces.
Hay demasiadas prohibiciones sin raíces.

Por eso son vidas que se mueren fácilmente.
Mueren con la facilidad con la que mueren los sentimientos que las sostenían.
Son parejas que comienzan con mucha lozanía.  Pero sus raíces están tan a superficie de la tierra que, antes mueren las raíces que el tronco.
Son vocaciones que nacen de unos ideales más emotivos que profundos.  Y cuando la emotividad de lo comenzado empieza a serenarse, uno siente que está perdiendo la vocación.
Son instituciones que brotan a golpe de emociones, de sentimientos, o de oportunidades. Pero ¿dónde están sus raíces? Al fin terminan siendo instituciones vacías, que sólo pueden supervivir en base a leyes, a prohibiciones.
Son decisiones tomadas en un momento emocional pero sin tierra que las sostenga.

Descartes decía “pienso, luego soy”. Hoy tenemos que cambiar el aforismo por uno nuevo “siento, luego soy”.
Somos mientras sentimos.
Somos mientras duran nuestras emociones.
Somos mientras nos sentimos bien.
Sentirnos bien es sentir la emoción de las cosas.
Sentirnos bien es experimentar el latido del corazón.
Sentirnos bien es experimentar emociones nuevas.

Cultivamos demasiado las ramas. Pero nos olvidamos de las raíces.
Cultivamos mucho el tronco. Pero no abonamos las raíces.
Cultivamos mucho la apariencia. Pero no nos preocupamos de echarles agua a las calladas raíces que no se ven.

Cuando las raíces tienen vida, puede que algunas ramas se sequen, pero aún quedan suficientes para hermosear el árbol.
Cuando las raíces tienen vida, uno puede encontrar dificultades en el camino, pero la vida es más fuerte que los obstáculos.
Cuando las raíces tienen vida, uno puede pasar por los momentos de la prueba, pero la vida que sube por el tronco es más fuerte.

Un compañero mío cuidaba con mucho mimo un jardincito. Tenía unos rosales preciosos. Varias veces a la semana regaba las raíces. Y un día le pregunté ¿porqué no regaba todo el rosal? Su respuesta fue inmediata: Las rosas no necesitan riego. Sólo las raíces. Dentro de mí surgió una inquietud: con frecuencia nos pasamos el tiempo regando las ramas mientras las raíces se mueren de sed.
Recuerdo cómo, hace ya unos años, inserté en la Hoja Dominical de la Parroquia, un dibujo: era un viejo y carcomido tronco, pero con un brote ya grande. Una señora ya mayor, cuando lo vio, dio un grito y exclamó: “todavía puedo revivir”. Y ese mismo día vino a confesarse porque quería comenzar de nuevo su vida.

Cultivar las raíces es hacer que, hasta los viejos troncos renuncien a morir, aunque los cortemos, pues la vida de las raíces encontrará nuevos cauces para seguir creciendo y viviendo.
Hay momentos en la vida en los que uno llega a la sensación de que todo está ya seco. Que las ramas ya no tiene verdor. Que ya nada se puede esperar. ¿Para qué seguir viviendo una vida inútil?  ¿Crees que se trata realmente de ramas? Comienza por regar tus raíces. Y verás que tu viejo tronco comienza a florecer.

Clemente Sobrado C. P.

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