Las orugas terminan en mariposas
¿Recordáis el cuentecito que nos narra  Robert E. Way en su lindo libro “El Jardín del Amado?” El Discípulo paseaba cada día por el jardín contemplando las flores y deleitándose con sus colores. Se detenía y escuchaba el canto de los pájaros. Pero un día hizo una observación para él muy triste. Vio cómo unas feas orugas comían las hojas de unas plantas. Inmediatamente decidió acabar con ellas, en el preciso momento en el que llegó su Señor.  Al ver lo que estaba haciendo, su Amo, reconoció su buena voluntad pero le hizo ver el grave daño que estaba haciendo al jardín: “El amante mostró al Discípulo otra planta en la que las orugas se envolvían en capullos de seda. Había muchos capullos en los tallos de las hojas y, ante los propios ojos del Discípulo, se partió uno de ellos y de su interior surgió una mariposa cuyas alas parecían un arcoiris.”.

Todos somos, de alguna manera, un jardín. En nuestras vidas hay de todo. Hay lindas flores. Y también, con frecuencia, muchas orugas. No todo es bello en el jardín de nuestras vidas. Pero tampoco todo lo que parece afearlo, es tan malo. Lo que sucede es que nosotros solo vemos feas orugas. Y hojas comidas. Pero no tomamos conciencia de que hasta las orugas puede convertirse en bellas mariposas. No somos capaces de ver y percibir que, incluso de nuestras miserias y defectos, pueden brotar lindas mariposas de gracia.

No faltan jardineros de nuestras vidas que solo descubren nuestras orugas. Nuestras hojas carcomidas. Pero no se dan cuenta, que el poder de la gracia, es capaz de convertir nuestras orugas en bellas mariposas.

Estoy pensando en el Sacramento de la penitencia. Una experiencia de jardinería.
Uno se acerca con todas sus orugas.
Se siente feo delante de Dios.
Y Dios se sonríe, y transforma nuestras orugas en bellos momentos de gracia. Nos limpia. Nos sana. Nos renueva. Nos cambia.
Nosotros le ofrecemos nuestras orugas. Lo feo de nuestras vidas.
Y El nos ofrece la nueva vida que nos transforma en nuevas vidas de múltiples colores.
Nosotros le ofrecemos lo feo de nuestra vida.
Y El nos regala la belleza de su gracia.

Lo que hoy es una fea oruga en tu vida, mañana puede ser una bella mariposa de gracia.
Lo que hoy es una fea mancha en tu vida, mañana puede ser una bella muestra del poder de la gracia en tu corazón.
Lo que hoy es un corazón feo dentro de mí, mañana puede ser un corazón hermoso.
Lo que hoy es suciedad en mi corazón. Mañana puede ser bello jardín del alma.

Lo estupendo de la gracia es su capacidad de transformar:
            El pecado en gracia.
            Al pecador en santo.
            Lo feo en belleza de Dios.

Una oruga es una mariposa en esperanza.
Un pecador es un santo en esperanza.
Si me encierro en la oruga que soy, la tristeza me invade.
Si me abro a las posibilidades de lo que puedo ser por la gracia, una primavera comienza a brotar en mí.

Por eso la esperanza es la capacidad de pensarnos más allá de lo que somos.
La esperanza es en nosotros la capacidad de descubrir en el pecador al santo.
La esperanza es la capacidad de decir “yo no soy”, sino “yo estoy siendo lo que luego seré”.

No os enojéis con vuestras orugas. Dejad que se estropee alguna de vuestras hojas. Para que luego seáis testigos de las bellas mariposas que serán vuestras almas.

Clemente Sobrado C. P.