El dinero no basta para ser feliz

El 28 de noviembre corrió el mundo entero una triste noticia. Lee-Yoon-hyung, heredera de la familia que controla la empresa Samsung Group, se había suicidado a los 26 años de edad en su apartamento de Nueva York, ahorcándose con un cable eléctrico.
Como una especie de ironía de la vida, la noticia periodística añade que “la joven tenía acciones por unos 171.9 millones de dólares”. Joven y rica. ¿Qué más quería?  Pero algo debía faltar en aquella vida. Posiblemente la felicidad y la esperanza.

Los millones no son garantía de felicidad. Los millones no son garantía de éxito en la vida.
Los millones dan bienestar, pero parece que no dan vida.
Los millones dan prestigio, pero demuestran que no dan ilusiones en la vida.
La nota periodística dice: “se sospecha que podría estar sufriendo una depresión”.
Ni los ciento setenta y tantos millones son capaces de sacar a uno de una depresión.
¿Cuántos millones se necesitan para levantar el espíritu?
¿Para no sentir la depresión?
¿Cuánto millones se necesita para vivir de la verdadera esperanza?

Es posible que un pobre se sintiese feliz, si solo tuviese con qué comprar hoy las medicinas para curar la gripe de sus hijos.
Es posible que un pobre se sintiese feliz, si sólo tuviese con qué comprar el pan de cada día para sus hijos.
Es posible que un pobre se sintiese feliz hoy, si tuviese con qué comprar unas ropitas decentes para sus hijos.
La realidad de la vida, nos está diciendo que el corazón humano es algo más que “tener millones”,  “tener cosas”.
Que las cosas se necesitan para vivir. Pero las cosas no son capaces de llenar el corazón.
Que ahí dentro llevamos un pozo muy profundo que no se puede llenar con acciones millonarias. Que nos hace falta acudir al Evangelio para sentir la verdad del corazón humano. La realidad diaria nos lo va descubriendo en su propia y cruda verdad. 

 Los millones pueden proporcionar muchas satisfacciones, pero se ve que no son capaces de darnos el verdadero y profundo sentido de la vida. Y que, al final, terminamos renunciando a ellos privándonos de la vida. ¡Qué cosa más extraña la del corazón!

No pretendemos dar un juicio de la joven. Tratamos tan solo de interpretar una realidad que está ahí. Las verdaderas razones del corazón, es posible que ni ella las conociese. Los millones pueden proporcionar muchas satisfacciones, pero se ve que no son capaces de darnos el verdadero y profundo sentido de la vida. “Compartía con su padre, dice la nota, la pasión por los coches veloces”.
¿Tal vez la velocidad para huir de la realidad que camina muy lenta?
¿La velocidad como fuga de uno mismo envuelta en el vértigo y no enterarse de nada?
Como persona, la joven, me merece todo respeto.
Pero el hecho está ahí, para que cada uno podamos cuestionar nuestro propio corazón.
No se trata de ver llover fuera.
La lluvia también suele oscurecer los cristales de nuestras ventanas y de nuestras gafas.
Los millones no son capaces de regalarnos la esperanza.
Los millones no son capaces de regalarnos un futuro con sentido.

Pero tampoco la miseria es como para despertar muchas esperanzas.
Se suicidan los ricos. También a veces, por desesperación, los pobres.
Ayudar a que todos tengan lo necesario para vivir también es dar esperanza.
Ayudar a que hoy puedan comer es también dar esperanza.
Ayudar a comprar unas medicinas, también es dar esperanza.
¿Y alguien puede decir que no puede dar de comer hoy a alguien?
¿Alguien puede negar unas medicinas hoy?

Vuestro amigo, “un hombre con esperanza”
Clemente Sobrado C.P.